Prefirió arder antes que desvanecerse. Su vida fue un grito de dolor y un deseo enfermizo de morir. Fue el ícono de una generación de adolescentes perdidos en la apatía de sus canciones, buscando lo que no se puede hacer y lo que jamás se debe conseguir.
Rubio como un sol, flaco, desgarbado; centenares de biografías y documentales bucearon en su música, sus amoríos y sus locuras para encontrar la causa que lo llevó a matarse de un escopetazo a los 27 años. Su cuerpo era una farmacia ambulante y unas semanas antes se tragó 60 narcóticos, en Roma, pero sobrevivió.
Recién elevado al Salón de la Fama del Rock, aunque sus seguidores ya lo habían santificado el mismo día de su muerte, Kurt Cobain falleció sin dejar de ser el niño criado con sobredosis de ritalina, para controlar su hiperactividad.
El cantante y guitarrista de Nirvana sufría depresiones desde la niñez, cuando a los nueve años sus padres se divorciaron y comenzó a incubar un odio visceral hacia ellos.
Condenado a la destrucción física, esclavizado por la depresión y la dependencia de las drogas, el artista nacido en Seattle, el 20 de febrero de 1967, irrumpió como un duende de fuego en el mundo oscuro del rock .
Reacio a la fama en vida, la muerte lo premió con la inmortalidad porque en el 2006 –según la revista Forbes – Cobain superó a Elvis Presley como la estrella muerta del rock que vendió más discos. De ese legado intentaron beber, con relativo éxito, bandas como Pearl Jam, Alice in Chains o Soundgarden.
Valga aclarar, para los neófitos, que el grunge se caracteriza por el sonido distorsionado de sus guitarras, las melodías guturales, pegadizas, repetitivas y por la apatía y el desencanto en las letras de sus canciones.
Los primeros berridos de este subgénero del rock se emitieron en los año 80 del siglo XX, con bandas como Green River. La disquera Sub Pop hizo las primeras grabaciones y popularizó el término, si bien fue Cobain al frente de Nirvana quien lo puso en órbita.
Para muchos especialistas Nirvana dio un giro esencial al rock en los años 90, tal como lo hizo Presley en los 50; The Beatles y The Rolling Stones en los 60 y The Sex Pistols en los 70.
El periodista Greg Prato realizó 130 entrevistas para rastrear la historia de este movimiento y escribió Grunge is Dead . Algunos expertos sostienen que la grabación del concierto de Nirvana MTV Unplugged in New York , en 1993, fue el último clavo en el féretro del grunge .
Podría llevar razón Prato, de no ser porque los periodistas especializados en la música siempre despreciaron a Cobain, según se desprende de las reflexiones del cantante expresadas en Diarios , una recopilación de sus notas personales escritas entre 1988 y 1994.
En esas líneas autobiográficas Kurt reseñó su adicción a la heroína, el dolor por una infancia sin cariño, las fantasías violentas que lo atormentaban y sus anhelos juveniles.
Por supuesto que los documentos fueron vendidos por Courtney Love, la viuda, en $4 millones e incluyen cartas, dibujos, notas manuscritas, chistes, bocetos y críticas de un roquero con un particular sentido del humor.
Ícono depresivo
Sensible, acomplejado, enojado con el mundo, la música fue para Kurt Cobain el refugio y la esperanza. A los 13 años era un adicto a la marihuana, a los 18 lo detuvieron por vandalismo, a los 19 fue fichado por invasión de propiedad, a los 20 dependía de la heroína y a los 27 se pegó un tiro.
Sus padres, Donald Lenan Cobain y Wendy Elizabeth Fradenburg, se divorciaron cuando Kurt tenía nueve años, lo cual causó un severo trauma al niño.
Él contó en una entrevista: “Recuerdo sentirme apenado, triste por mis padres. Me avergonzaba compararme con mis amigos de la escuela, porque yo ansiaba pertenecer a ese tipo de familia clásica, a una familia típica. Madre, padre... Yo quería esa seguridad. Odié a mis padres durante años por esa razón”.
Cobain creció en Aberdeen, Washington, y en sus Diarios reveló el terror que le produjo la incapacidad paterna para expresarle el afecto que él tanto añoraba, y cómo buscó todos los senderos para salir de ese laberinto emocional.
Otra adherencia infantil fue la “fascinación patológica por la muerte, un inquietante síntoma en una familia con antecedentes de problemas de salud mental y suicidio”, explicó Tim Hill en Inolvidables , un libro con semblanzas de 101 personajes ilustres que murieron jóvenes.
Desde los cuatro años mostró un talento natural para la música; tocaba el piano, componía pequeñas piezas y cantaba Hey Jude ; Seasons in the Sun o el tema musical de la popular teleserie The Monkees .
Era un adolescente ensimismado, sin ninguna habilidad para los deportes pero si para el arte, que a los 10 años tocaba la batería sin saber leer música ni las partituras.
A los 14 años su tío Chuck le regaló una guitarra eléctrica –en lugar de una bicicleta– y en seis semanas de clase aprendió a tocarla. Por esos años escribió sus primeras canciones porque según él “estudiar demasiado la música de los demás puede suponer un obstáculo para el desarrollo del estilo personal”.
El precoz talento de Cobain le impidió conseguir amigos de su nivel para formar un grupo musical, así que se conformó con soltar la rienda en solitario a su creatividad, mientras sobrevivía con algunos empleos precarios.
Para su buena suerte conoció al bajista Krist Novoselic, el hijo de una peluquera; este lo pensó varios meses para empatarse con el rubio desmelenado, tal vez porque Cobain le mostró un video casero de su primigenia banda Fecal Matter.
Al dúo se les unió en la batería Dave Grohl y así surgió Nirvana, que alcanzaría la estratosfera con el álbum Nevermind y el tema Smells Like Teen Spirit , en 1991. Los tres le dieron una patada en el trasero a Dangerous , de Michael Jackson, y a Use Your Illusion , de Guns N’Roses.
Las portadas de los álbumes y las letras de las canciones fueron censuradas por la crudeza de las letras, así que Cobain decidió suavizarlas para que sus fans compraran los discos en las cadenas de supermercados.
En poco menos de tres años Kurt cimentó una carrera y una fortuna; canciones como Lithium , Come as you are y The man who sold the World , de David Bowie, aún causan escalofríos entre jóvenes que ni siquiera habían nacido cuando las interpretó.
Chica mala
Así como a Yoko Ono le endosan la separación de The Beatles, a Courtney Love le enrostran el hundimiento depresivo y –un tanto exagerado– inducir a Cobain al suicidio.
Love lo conoció en 1990 y le echó el ojo de inmediato. Dos años después se casaron en una playa en Waikiki, Hawaii. Sin apenas pestañear Courtney quedó embarazada y en agosto de 1992 nació Frances Bean Cobain, una niña que Kurt adoraba y por eso le puso de segundo nombre “frijolito”, porque así lucía en la primera ecografía.
Debido a las depresiones de Cobain y a que Love, supuestamente, declaró a la revista Vanity Fair haberse inyectado heroína durante el embarazo, las autoridades separaron a la niña de la pareja por varias semanas, hasta que ellos demostraron su estabilidad emocional y fueron supervisados por un trabajador social.
En sus Diarios el roquero expresó su profundo amor por Love tal “como un pavo real extiende su plumaje”; por Frances sentía miedo hasta de pasearla en el carro por la eventualidad de un accidente.
Pero, las adicciones de Cobain se lo comieron porque estaban muy arraigadas desde su niñez; padecía de bronquitis crónica, sufría de intensos dolores estomacales, las intensas giras lo tensionaban al máximo y Love tenía arranques de esquizofrenia.
The Rolling Stones publicó un artículo que sembró la duda acerca de si Cobain se suicidó o lo suicidaron, basado en el documental de Nick Broomfield: ¿Quién mató a Kurt Cobain? , que pese a las trabas judiciales que montó la viuda fue divulgado por la cadena HBO Olé.
La cinta involucró al detective Tom Grant, contratado para localizar a Cobain quien se desapareció los días anteriores a su muerte. Este afirmó que el cantante estaba tan abotagado de heroína que jamás podría haber jalado el gatillo de la escopeta, y menos haber escrito una carta de despedida.
Para hundir más a Love su propio padre, Hank Harrison, salió en camiseta y jeans para señalar la culpabilidad de su hija y asegurar que no le tenía miedo a su dinero y a los matones que podría contratar para taparle la boca.
Fue el líder de The Mentors, El Duce, quien aseguró a la televisión británica que Courtney le ofreció $50 mil por “cepillarse” a Cobain de un escopetazo. Heldon Hoke, su verdadero nombre, salía al escenario con una máscara de verdugo, rodeado de bailarinas desnudas y bramaba unas letras sexistas. Días después de la entrevista un tren le pasó por encima y lo dejó en rodajas.
Love siguió su vida de excesos; es una mezcla explosiva de rabia autodestructiva y ternura femenina; lo mismo mostró sus pechos en televisión –con David Letterman– que se pelea con Frances por los derechos de imagen de Cobain.
Sin pasión, voluble, lunático, carente de emociones para escapar del valles de sombras en que vivió, el sentido de culpa sumergió a Kurt Cobain en un remolino depresivo que estalló antes del mediodía del 5 de abril de 1994 y le abrió las puertas del triste Club 27, donde solo los muertos pueden seguir vivos.